Marta deja de escuchar. Traga saliva, se nota seca la garganta. Casi ni se acordaba de aquella revisión rutinaria en el centro de salud, y ahora, de pronto, su cabeza no deja de repetir las mismas palabras: cáncer, positivo, virus del papiloma, lesión.
Esta historia se repite una y otra vez, con miles de mujeres. Y hay maneras incluso peores de recibir la noticia; introduciendo una clave en el portal de internet del laboratorio, por correo postal, o directamente recibiendo un aviso de tu próxima cita en patología cervical.
Todo el proceso por el que Marta tuvo que pasar está anegado de miedo y desconocimiento; al público general se le informa de lo estrictamente necesario, y vuelve a hacerse la separación entre mi lesión y yo, entre el virus que me ataca y mi cuerpo, que tan sólo es la víctima.
Por supuesto, el interés de las farmacéuticas tan sólo recae en vender la siguiente vacuna, la siguiente pastilla para la siguiente dolencia cronificada.
Como una vez dijo Kary Banks Mullis, el creador de la PCR, acerca del VIH:
El misterio de este maldito virus ha sido generado por los dos billones de dólares que han gastado en él. Coges cualquier otro virus y te gastas dos billones y ya puedes empezar a construir algunos grandes misterios sobre él también.
En este libro me detengo en cada paso del proceso. Desde la llamada a la citología, los resultados, el virus, la consulta, el seguimiento… lo desdoblo y lo explico de manera sencilla, como quien examina algún objeto curioso a la luz de una lámpara y a través de la lente de una lupa.
Durante 30 años he asistido a los efectos que produce la infección del virus del papiloma en las mujeres.
El más grave: el cáncer de cuello uterino.
El más común y muchas veces limitante: el miedo.
He visto parejas rotas, cuadros de ansiedad que han requerido medicación y tratamiento psicológico, mujeres que han renunciado a su vida sexual y cuadros de terror inducido en personas que, por otro lado, están sin ningún síntoma y no deben sentirse enfermas.
Este libro pretende desdramatizar, y hacer hincapié en que no es el microbio sino el terreno.
Tú y tu cuerpo no tenéis por qué ser la víctima; el riesgo del VPH es ínfimo, y depende de tu estado inmunitario.
Tu estilo de vida, tus hábitos, tu dieta, tu salud mental… tener VPH es como tener el colesterol alto: un indicador de alerta, que desde luego no va a matarte en las próximas 24 horas.
Se puede combatir, se puede negativizar. Te invito a que des el primer paso, y a que, a través de la buena información, tomes las riendas de tu salud y vivas libre del miedo al virus del papiloma.
Recuerda: los que vigilan no mueren. Palabras de Buda, no mías.
“No dejes que ni las autoridades médicas ni los políticos te engañen.
Descubre cuales son los hechos y toma tus propias decisiones sobre cómo vivir una
vida feliz y cómo trabajar por un mundo mejor.”
– Linus Pauling